sábado, 17 de noviembre de 2012

Capítulo 4


Horas antes, en otra parte de la cuidad, Valeria estaba temblando de camino al centro comercial. Hoy tenía una cita con un chico que apenas conocía, pero estaba convencida de que les iría genial. Lo había conocido por medio de Internet, gracias a unas amigas suyas que le hablaron muy bien de él. Decía llamarse Jorge, era un chico muy rebelde, o eso es lo que mostraba a simple vista. Aunque ella sabía que en el fondo era un buen chico. Se habían visto en varias fotos, aunque nunca en persona. De ahí los nervios de la chica ante esa cita. 

Cuando llegó al lugar indicado, no le costó encontrarlo. Estaba apoyado en una barra de metal enfrente del bar.  A decir verdad, era más guapo que en las fotos. Tenía el pelo rubio revuelto, unos grandes labios y unos ojos que le derretían con la mirada. Y si fuera poco, ¡estaba bastante cachas! Al aproximarse a él, le costaba hablar. Estaba demasiado nerviosa y no quería mostrarlo. Ante ese breve silencio, Jorge decidió hablar.

- Hola... Has llegado antes de lo que pensaba. ¿Te encuentras bien? - Valeria notó que su intento de mostrar indiferencia le había fallado.

- Hola. Es que el bus llegó antes de lo esperado. Si estoy bien, gracias. Ya sabes, soy un poco tímida y eso... 

- Jaja. No te preocupes mujer, que hay confianza. Bueno, ¿a dónde quieres que vayamos?

Dicho eso, Jorge la encaminó hacia un lugar fuera del centro comercial, en donde nadie los vería. Durante unas horas hablando y hablando, Valeria empezó a coger confianza y soltarse más.  De repente, hubo un incómodo silencio, por lo que el chico tomó la iniciativa y se acercó para besarla. Después de ese beso, llegó el otro, y así sucesivamente. Hasta que el chico perdió el control, esa chica le gustaba mucho. Demasiado. Mataría por ella. Matar, que buenas palabras. Dirigió su mano hacía las caderas de la chica, sin dejar de besarla. La chica notaba que se le había ido de las manos. No podía permitir que el chico llegara a actos mayores. Pero cuando se dio cuenta ya era tarde. 

- Para, para... - la chica insistía, pero sin éxito. Jorge ya estaba muy ido. No había quien lo pudiera detener ahora. No, ahora no.

- ¡Que pares, joder! - Valeria consiguió soltarse de Jorge y seguido le dio una bofetada. Estaba avergonzada, furiosa, enfadada.  Se levantó del banco y se dirigió de nuevo al centro comercial. Pero algo lo impidió, Jorge estaba cegado. Tras haberle pegado una bofetada, éste había enfurecido. Ahora no la iba a dejar escapar, tenía que pagar por sus actos. La arrastró de nuevo hacia sí, después de agarrarla con violencia de la muñeca. La besó con furia, la empujó hasta un rincón cercano. Valeria estaba aterrorizada, no podía creerse lo que le estaba pasando. Intentó escabullirse, pero no tuvo suerte. Ya no podía hacer nada. 

El chico la trataba con furia. La besaba con violencia. Le rompió la camisa con un solo movimiento haciéndola quedar semidesnuda. Ya la tenía. La quería. Por nada del mundo iba a parar ahora. Recorrió el cuerpo de la chica con las manos, y en menos de un minuto ya era suya. Ya nada del mundo iba a cambiar eso. Sin duda, ése era el peor día de Valeria.

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Si el día en que vio a Leo se había puesto coqueta, hoy tenía que ponerse más guapa aún por si lo veía. Asique se puso su mejor conjunto, se colocó su flequillo, con su gran melena negra al aire y se pintó la raya del ojo con un color negro, que le favorecía mucho. Se puso el mismo brillo de labios después de hidratarse la piel con su crema. Se colocó la única pulsera que le quedaba bien, y otra que le trajo Alex de Italia. Se echó su mejor perfume en el cuello, ropa y cachetes. Llamó a su perro, salió a la calle y caminó por el parque. Buscó entre otras caras la de Leo, pero no lo encontró. Se sintió estúpida por hacerse ilusiones tan rápido, y cuando terminó el perro de dar vueltas por la tierra, se dirigió a su portal. Se giró hacia atrás buscando su cara, pero no sirvió de nada. Cuando giró de nuevo la cara hacia alante, se sobresaltó. Se encontraba a escasos centímetros de Leo.

-¡Anda! ¡Qué susto! - dijo Verónica riéndose.

- Lo siento, pensé que me habías visto - se disculpó Leo- ¿Buscabas a alguien? 

- No, sólo escuche a alguien detrás de mí, y era para asegurarme - mintió Verónica.

- Y yo que pensaba que ya te había conquistado,que decepción. - Dijo burlándose de ella.

- Pues no va a ser la última vez que te decepciones, asique vete acostumbrándote - dijo Verónica desafiante.

- Jajaja, no creo que me haga tanta falta acostumbrarme. No son muchas las que se resisten a mí, y cuando lo hacen, no tardan mucho en caer. 

- Créeme, siempre hay una primera vez para todo. No creo que tú te libres. 

- Jajaja, quién sabe. Para una vez que me hablas tanto, lo haces para desanimarme, ¿has visto qué mala que eres conmigo?

- Perdona, aquí el que ha empezado con este juego has sido tú, si mal no recuerdo.  Y si tan mala soy, no tienes más que seguir tu camino y pasar de mí. Que no quieras es otra cosa... - la chica se sentía victoriosa por lo que había dicho.

- Pero si tu no quisieras seguirme el juego ya habrías entrado al portal. 
- Pues eso es justamente lo que voy a hacer- Vero no quería dejar de hablar con él, pero sí que quería fastidiarlo un poco y demostrarle que no era imprescindible para ella.

Cuando cogió sus llaves para abrir el portal, Leo se dio cuenta de que la chica hablaba enserio y le cogió las llaves, escondiéndolas tras de sí.

-¿Qué es lo que ibas a hacer, que no me quedó muy claro?- dijo Leo, con una sonrisa triunfal en la cara.

- Pues hasta que me quitaste las llaves, entrar en mi casa. Y ahora, dame las llaves - Cambió su cara alegre por una cara enfadada fingida.

- Hasta que no digas que era mentira lo que me dijiste y admitas que estás locamente enamorada de mí no te las daré. 

- Es que mi madre me enseñó de pequeña a no mentir,  y si lo hago, deshonraría a mi madre.

- Ya claro, lo que no quieres admitir que tengo razón. Venga, sigo esperando.

- Leo, dámelas. Por las buenas te lo digo.

- ¿Y qué harías por las malas, tocar el telefonillo y decirle a tu madre que te están molestando? - Leo se estaba divirtiendo con Verónica, aunque a ella se le estaba agotando la paciencia.

- No, por si no lo sabías, estuve varios meses en clases de defensa personal, y créeme, aprendí mucho en eser tiempo. ¿Quieres probar?

- Jajaja, mira que miedo me das. Te las doy porque soy un buen chico, pero a la próxima no me dejaré llevar por mi bondad. - Leo le devolvió las llaves a Verónica, quien las cogió con fuerza y le hizo una mueca de enfado.

- Ya claro, sobretodo un buen chico. Que gracia - dijo Vero después de haberse asegurado de abrir la puerta del portal.

Esta vez, después de entrar al portal, Vero se giró para ver si seguía allí. 
Cuando Leo vio que se giró para mirarlo, sonrió y siguió su camino. Hoy, había dado un paso más hacia la chica.

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Cuando Vero entró en su casa, vio a su madre con cara de disgusto.

-¿Por qué has tardado tanto, Vero? - Dijo su madre enfadada.

- Es que de vuelta a casa, Chiqui vio a otro perro y fue corriendo detrás de él. Y como no lo llevo con correa, me costó un montón cogerlo. - Chiqui era el nombre de su perro, llamado así por lo pequeñito que es.

- Bueno, pues a la próxima llévalo con correa, no vaya a ser que tenga la suerte de que se escape y no lo encuentres - su madre desde siempre demostraba a sus hijas que no estaba de acuerdo con la llegada de Chiqui, aunque en el fondo le tenía cariño.

Vero se dirigió al baño para ducharse. No creyó que se libraría de esa bronca, pero lo consiguió. 

- Si es que en el tema de las mentiras, soy la mejor - Dijo para sí misma camino a la ducha.

Cuando viera a Leo, le echaría en cara la casi-bronca de su madre.

Ya daba por hecho que lo volvería a ver, que volvería a hablar con él. Se estaba convirtiendo en costumbre el pensar en él, en hablar con él. Aunque siempre se sintió atraída por Leo, nunca podría pensar llegar a enamorarse.

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Valeria llegó aterrada a su casa, aún no se podía creer lo que le había ocurrido. Se preparó un baño de sales minerales y se relajó mientras intentaba no recordar lo sucedido. Pasó una hora desde que se había metido en la ducha, por lo que no tuvo otra que salir de la ducha antes de que el cuerpo se le arrugara por completo. Cuando salió de la ducha ya eran las 20:45 de la noche, por lo que se puso su pijama y se dirigió a la cama, con la esperanza de que todo lo que le había ocurrido fuera un sueño. 

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