jueves, 8 de noviembre de 2012

Capítulo 3.


- Vero, levántate ya o llegarás tarde a clase - su madre, como siempre, le despertaba con un grito en vez de una cálida voz diciéndole ' Venga cariño, que si no te levantas ya, te vas a perder ese examen tan importante que tienes'.

- Ya estoy.... - Aunque lo cierto es que no se levantó hasta unos 5 minutos más tarde.

Cuando entró al instituto, fue directa a sus amigas, que se encontraban en el sitio de siempre.

- ¡Buenos días! - Vero se encontraba muy feliz ese día, aunque no había motivo alguno.

- Gracias a dios. Vero, me tienes que ayudar con esto, por favor - Gisela le enseñó la página del libro en la que dudaba con cara de amargada- Te fui a llamar anoche y como pensé que estarían durmiendo me conecté al MSN, pero no estabas.

- Ya, es que estuve súper estresada estudiando. No me entraba nada, hasta le pedí a mi hermana que sacara al perro por mí. Pero bueno, esto es lo que te explique el otro día, que cuando hay un número o una 'x' u otra letra, y después tiene un paréntesis, tienes que... - Vero empezó a explicarle a Gisela cómo se resolvía una operación de una ecuación. Se le daban muy bien las matemáticas, por eso siempre ayudaba a sus amigas.

- Gracias cariño. Por fin, ¡ya sé hacerlo! - a Gisela le costaba mucho mates, por eso cuando entendía algo, se emocionaba un montón.

- Jajaja, de nada - Justo en ese momento sonó la alarma. Ahora su infierno, examen.

Después de terminar el examen, tuvo que esperar a que se acabara la hora, por lo que se puso a estudiar religión para examinarse a la siguiente hora. Al ir al recreo, le contó a sus amigas varias cosas, entre ellas, les contó lo de Leo, lo sorprendida que se quedó al haberle hablado, justo después de soñar con él y también que no podía dejar de pensar en él desde su sueño.

-¡Anda enamorada! Sólo te saludó y ya estás hablando de él sin parar, si es que contigo no hay remedio... - Alexandra, era una de sus mejores amigas y además la prima de Gisela.

"Alex", así es como la llamaban sus amigas, era una chica alta y con una gran melena marrón chocolate. Tenía los ojos verdosos y al igual que Vero, era una chica de piel blanca. Poseía un humor que siempre sacaba una sonrisa a sus amigas y pese a ser la más mayor del grupo, se comportaba como una loca adolescente, de ahí el miedo de la madre de Gisela al dejarla a su cargo, aunque en el fondo era una chica muy responsable y madura.

- No es que me guste, sino que me extraña un montón que me hable... además ustedes saben que soy súper enamoradiza, enseguida me encapricho de alguien.

-Ya claro. Excusas. Pero que casualidad, que el día en que sueñas con él, venga y te salude. Si yo te lo dije el otro día, estáis predestinados a estar juntos - Silvia, su mejor amiga de todas, había estado con ella desde primaria, por eso más que ninguna conocía a la perfección la relación de Vero con Leo en su infancia.

-Ya, eso es lo que me parece raro. Ha cambiado mucho, está más guapo que antes. Y tu qué, ¿eres una médium ahora? Predestinados... ¡si pareces mi abuela!

- Vero soltó una carcajada por lo que su amiga le había dicho, aunque no podía evitar sentirse tentada ante esa idea.

-  ¿Médium?, ¡a veces pienso que sí! Últimamente todo lo que digo o pienso acaba ocurriendo... Y Leo a mí no me parecía exactamente guapo. Era bonito y eso, pero muy tímido y casi no nos hablaba, parecía un pringado. - Vero se ofendió un poco al escuchar a su amiga diciéndole eso de Leo. A ella siempre le atrajo, sabía que no era muy guapo de pequeño, pero sí que era muy buen niño, y eso era lo que le gustaba de él.

- Que mala que eres. De tímido ahora no tiene ni un pelo... Y a ti claro que no te hablaba, si me acuerdo que lo odiabas a muerte por aquel día que sin querer te manchó tu hoja de dibujos. Te pusiste histérica, y claro, el pobre Leo te acabó cogiendo miedo.

- ¿Enserio Silvia era tan antipática? Joder, eso ya no se ve... Bueno, ¿a que no sabéis qué? - esta vez Gisela cortó la conversación para decirles algo que las iba a dejar sin palabras.

- ¿Qué? - dijeron todas enseguida, deseosas de escuchar lo que iba a decir.

- Conocí a un chico hace unas semanas, y no les he dicho nada para asegurarme de que todo nos iba bien. Bueno, el tema es que ayer me llamó y me pidió salir ¡y le he dicho que sí! Esta tarde vamos a quedar para vernos, y quien sabe, quizás sea la primera en dar un beso de nosotras - Gisela era una chica muy extrovertida, con la melena larga y oscura, como Pocahontas. Tenía los ojos marrones y una amplia sonrisa que resaltaban ante esa piel oscura.

- ¡Qué fuerte! Y yo que quería ser la primera en darlo, jajaja.- Verónica se alegró mucho, ya que su amiga nunca había mencionado nada sobre relaciones ni chicos.

-Y qué escondido te lo tenías - Dijo Silvia.

- Yo que soy tu prima, me entero ahora, ¡qué fuerte! - Alexandra se alegró por su prima, pero se hizo la ofendida.

- Y era con él con quien hablabas en la fiesta, ¿verdad? - en ese instante Vero miró a Alex, comprendiendo así el misterio de esas llamadas.

- Si, lo siento por haberlas dejado un poco apartadas ese día..

- No pasa nada, pero dime, ¿lo conocemos? - Alex quería saberlo todo.

- No, es el hijo de un amigo de mi padre. Nos presentaron en una cena y desde ahí somos inseparables. Se llama Eric - en ese momento sonó la alarma.

- A la salida nos lo cuentas todo, que no se te olvide ni un solo detalle- la voz de Silvia sonaba desafiante, para que así Gisela no se pudiera librar de la cantidad de preguntas que le harían sus amigas.Tras eso, se despidieron y se dirigieron a sus clases correspondientes.

Al terminar, se reunieron para despedirse y se dirigieron a sus casas. A las chicas se les había olvidado por completo la conversación pendiente con Gisela.
Silvia y Vero iban juntas hasta sus casas, ya que les quedaba a dos manzanas cada casa. Después de una rápida despedida y un pequeño paseo hasta su portal, se encontró con Leo, a quien le dirigió una sonrisa.

- ¡Hola! - esta vez fue Vero la que empezó a hablar, estaba tan alegre que se dejó llevar.

- Hola, ¿qué tal estás? - Leo también estaba muy contento, sólo haberla visto le llevó una sonrisa a la cara, pero cuando le saludó no pudo evitar sentir un revoloteo en su estómago.

- Muy bien, ¿y tú?

- Genial. Bueno hoy soy yo el que se tiene que ir, ya nos veremos por aquí. Cuídate

- A Vero le apenó que se fuera, odiaba que se fueran antes que ella, pero al igual que él, tenía que irse de ahí, si no su madre se preocuparía por llegar tarde.

- Adiós. - Y con esa sonrisa en la cara, se dirigió a su casa.

Llegó alegre, demasiado. Su madre al verla se extrañó.

- ¿Qué tal el examen? Por lo que veo estuvo genial,  ¿no? - la madre supuso que le salió bien por esa sonrisa que se le escapaba de la boca.

- Voy a sacar un 10, ¡ya verás! - Seguidamente se cambió y se dirigió a la cocina para almorzar. Hoy sin motivo alguno, era uno de sus mejores días.

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