Es triste. Llorar a solas, por algo que pudo ser y no fue,
algo que tu decidiste, un camino por el que decidí caminar, y ahora, ver al
resto por el otro camino, me hace sentir triste, sola y decepcionada conmigo
misma.
Tomar un camino largo, que tiene sus pro y sus contras, un
camino que nadie más que tu y pocas personas más comparten y apoyan, pero al que
muchas otras personas se oponen y critican. Un camino que rompe mis sueños, o
mejor dicho, los atrasa, un año más. Un año más en el que todo puede cambiar,
ser de otra manera a la que había soñado, mejor o peor, nadie lo sabe.
Pero será un camino largo, duro y llevadero. Un camino que
tendré que ganarme a pulso, un camino que recorrer, tropezar y levantarme, no
rendirme a la primera de cambio. Un camino diferente al acostumbrado… ¿Qué me
deparará ese camino? No lo sé. Pero estoy asustada. Asustada de que acabe
siendo lo que todos predicen, acabar rindiéndome y no terminarlo, porque aunque
es un camino largo y repetitivo, significa un camino hacia mi meta. Un camino que me desespera, y que antes de empezarlo ya
tengo ganas de acabarlo.
Porque como he dicho antes, es triste. Ver como mi gente
sigue otro camino diferente al mío, y yo me quedo atrás, llorando cada vez que
veo una buena noticia que pudo ser la mía y no es. Arrepintiéndome y no a la
vez por tomar esa decisión, dándome a mi misma razones para seguir adelante y
pensar el lado bueno de mi decisión. Porque es pensarlo, y entristecerme, como
una droga, que por mucho que luche contra ella, caigo una y otra vez, no puedo
dejar de lamentarme y pensar que todos tuvieron razón, y que cometí un error.
Porque ahora mismo estaría accediendo a mi sueño, a una de mis grandes
aspiraciones, y sin embargo, estoy aquí, mirando como otros lo consiguen y yo
me hundo con ello. No es por no quererlos ver felices, simplemente, es duro no
poder sentir ese sentimiento.